Soy reacio a volver sobre lo escrito, pero mi labor como traductor, prologista y demás de 'Olivier o el secreto', obra de la aristócrata francesa Claire de Duras (El Desvelo, Noviembre 2013) me ha dejado una cierta carga de interés y curiosidad por su singular autora y su no menos singular argumento. Así he hallado el texto que he traducido y reproduzco a continuación, que forma parte de la obra colectiva 'Altered Narratives Vol I: Female Eighteenth-Century French Authors Reinterpreted' (Mestengo Press, The University of Western Ontario). Dada su extensión, ésta es sólo una primera entrega.
Su autora, Lauren Catherine Pinzka, estudió en la Universidad de Indiana y fue (o es todavía) lectora de francés en la Universidad Yale. Su estudio, centrado en el Olivier de Duras y en la Armance de Stendhal, que tomó 'prestado' el argumento, profundiza en los diversos modos y matices con que ambos autores tratan la misma historia, dando por sentado que tanto el Olivier de Duras como el Octave de Stendhal eran víctimas de impotencia sexual, lo cual, como apunté en el epílogo de la obra, no es la única probabilidad. Es más: a posteriori he llegado a pensar que las extrañas actitudes y reacciones del personaje, así como su suicidio, podrían encontrar una explicación más convincente en la existencia de un transtorno bipolar, afección que estaba muy lejos de ser catalogada a principios del S.XIX, cuando se desarrolla la historia.
Olivier, Armance, y lo indecible
Lauren Pinzka
Como sabe cualquiera que examine a fondo la literatura sobre 'Olivier' de Madame de Duras y 'Armance', de Stendhal, el principal interés de ambas obras para los lectores modernos es que la más famosa de las obras de Stendhal está basada en el relato epistolario de Duras y que ambas giran en torno a un secreto que no puede ser revelado. Son novelas policiacas sin el catártico momento de la resolución. Françoise Gaillard escribe que 'Armance' transgrede el requerimiento para el cierre del texto clásico, sus leyes de legibilidad. Lo mismo puede decirse de 'Olivier'. Aunque yo emplearé el secreto como tema central de ambas obras, mi pregunta principal, siguiendo el excelente capítulo de Margaret WaIler sobre las dos novelas en 'The Male Malady: Fictions of Impotence in the French Romantic Novel', será ¿tiene un escritor masculino un enfoque diferente de uno femenino en el tratamiento de un tema literario? En particular, trataré de la comunicación o su falta en ambas obras, y con mayor importancia los modos diferentes en que Duras y Stendhal sitúan el secreto de su héroe en el contexto del incesto. Ellos eligen en un caso el lazo madre-hijo y en otro la relación hermano-hermana con consecuencias diferentes. Uno sitúa el problema en lo individual y el otro en lo relacional. .
El problema de comparar intencionadamente las versiones de un hombre y una mujer sobre una historia está cargado de dificultad, pues ciertamente cualquiera de los autores trataría un determinado tema literario de forma diferente y sería absurdo establecer una causalidad basada en el sexo del autor, tanto como lo sería negar las diferencias de educación entre hombres y mujeres en el siglo XIX, su posición en la sociedad y la libertad de la que disfrutaron. Aquellas diferencias han conducido a lo que Naomi Schor denomina "the gendering of aesthetic categories" (3), mediante la cual alude al hecho de que hombres y mujeres gravitaron frecuentemente (más que hoy, pues sus roles se han hecho menos circunscritos) hacia diferentes formas de expresión literaria a causa de los precedenters, los prejuicios y el entorno. La complicada peripecia que condujo de la primera novela, titulada Olivier, a la segunda edición de Armance cuenta la historia del intento de escribir de muchas mujeres, ya que es la de una apropiación masculina y una humillación. De hecho, Olivier, de autoría femenina, ha quedado en nuestro canon literario sólo a través de la inclusión de Armance, de autoría masculina. Schor apunta en su reciente trabajo sobre George Sand que la un día ilustre y luego olvidada escritora, de modo semejante, permaneció en el canon sólo indirectamente a través de la obra de Flaubert Un coeur simple, escrita para ella (186).
En el caso de Duras y Stendhal no estaba en juego tal devoción . En su lugar tenemos una historia de imitación y vergüenza. Existen, de hecho, tres novelas basadas en una historia similar, ya que también existe otro texto titulado Olivier, aunque ha motivado escaso interés literario. Duras escribió la última de sus novelas entre 1821 y 1822. Aunque sólo fue publicada póstumamente, la duquesa hizo su lectura ante los asiduos a su salón. Muchos críticos creen que los acontecimientos que siguieron a esa lectura le condujeron a abandonar la escritura totalmente (Wailer, 119). Un escritor sin escrúplos llamado Henri de Latouche había oído acerca de la novela de Duras y, decidido a beneficiarse de su escandalosa reputación, publicó su propia versión de Olivier y la atribuyó a Mme de Duras mediante la copia de detalles distintivos de las novelas publicadas anteriormente por la aristócrata y reforzando dicha autoría en la publicación Mercure du XIXe siecle, de la que era colaborador (Lebegue, xxvi).
Aunque Duras la había leído a sus amigos, era embarazoso para una duquesa publicar esa novela a causa de la naturaleza secreta de la impotencia masculina. Latouche insistió en negar su autoría y finalmente admitió que la duquesa tampoco era la autora, lo que no le impidió realizar una segunda edición, aprovechando el nuevo secreto: la identidad del autor. Stendhal, relacionado con Latouche, hizo un comentario muy favorable del libro en el New Monthly Magazine en Febrero de 1826, y juró que Duras era la autora. De hecho la controversia acerca de la auténtica autoría del segundo Olivier no fue aclarada hasta mediado el siglo XX, cuando su manuscrito fue hallado en el castillo de Chastellux junto a otra versión manuscrita, ligeramente enmendada. Mientras tanto, Stendhal, famoso para nosotros por sus muchas acciones de apropiación y plagio categórico, decidió escribir su propia versión de la historia y produjo Armance en el mismo años, 1826 (Lebegue, xxiv-xi), demasiado tarde para beneficiarse de la notoriedad de la versión anterior. Su novela no consiguió el favor del público por su enigmática naturaleza. Él entonces aseguró que Olivier (11) no era obra de Mme de Duras, que murió poco después a causa de una misteriosa enfermedad. Decidió publicar una segunda edición en 1828, con la esperanza de beneficiarse de la publicidad que rodeó a la muerte de la duquesa. Esta vez, escribió un artículo en el New Monthly Magazine admitiendo ser el autor de la anónima y fracasada Armance, que, ahorá sí, firmó con su propio alias, pese a su escabroso tema. Aunque aseguró haber mejorado su novela, meramente cambió la fecha en el título e hizo unos pocos cambios cosméticos. La segunda edición no corrió mejor suerte que la primera. Por las fechas de su muerte, Armance estaba tan olvidada como Olivier (Lebegue, lxIxii).
(Continuará)
Nota: Las citas y la bibliografía acompañarán a la última entrega.
No hay comentarios:
Publicar un comentario