Pese a lo ya referido, Pierre Barberis descarta a Duras como la fuente de Armance, asegurando que la fuente real es Le Misanthrope, un texto que no intenta agradar, no tiene final feliz y es una fábula del incumplimiento (68). Uno se pregunta si leyó la novela de Duras, que es también todo lo que él dice pero fue inconvenientemente escrita por una autora "menor". No es el único en empequeñecer el origen "humilde" de Armance. Pese a robar su historia, Stendhal habla despectivamente de Duras, aludiendo a "los hombres vulgares al pie de Ourika" 2. Margaret Waller explica que él en realidad apreciaba los talentos de Duras, pero estaba resentido por "el éxito y el privilegio social que hicieron de ella, en lugar de él, la heredera aparente del manto literario de La Fayette" (116). Atacó su afectado estilo aristocrático, y el uso de las convenciones novelísticas, 3 lo cual puede parecer irónico si se considera el uso de las cartas falsas y los infortunios en Armance.
En un giro interesante, Stendhal elige esconderse tras el fingimiento de un editor que revisa la obra de una autora femenina; quizás se inspiró en el hecho de que había hecho justamente eso: revisar el texto de una mujer. Él justifica el artificio de la escritora anónima invocando el tema escandaloso de su novela. Fingiendo ser una mujer, Stendhal se siente más libre para enfocar su historia hacia la esfera privada, más corriente en la ficción de las mujeres que en la de los hombres (Waller, 121). Mucho se ha escrito sobre mujeres escritoras ocultas bajo pseudónimos masculinos y narradoras apropiándose la autoridad masculina por otros medios; Armance representa el contra-ejemplo menos común de un hombre liberándose a sí mismo tras la autoridad de una autora, aunque de una anónima. Anónima, desde luego, ya que no tenía nada que ganar publicando como una mujer.
Después de todo, el único nombre que aparece en la publicación final de la obra es el de un hombre, aunque él, también, emplea un pseudónimo, si bien por razones diferentes que George Sand. Sin embargo, Stendhal era raro para una autor masculino del siglo XIX en su sensibilidad, sus fuertes personajes femeninos, y su identificación con predecesores femeninos, en particular 'La princesa de Cleves', de Mme de La Fayette, para él "la cumbre", y las novelas de Mme de Tencin (Lebegue, xli). Sin embargo escribió que, por encima de todo, le asustaba ser leído por las criadas y las marquesas que se les parecen.5 Christine Renaudin arguye que, al hacer esta afirmación, Stendhal está atacando a la literatura amorosa, no política, para mujeres, que tenía como efecto mantenerlas silenciosas y pasivas. Ella apunta que el personaje de Armance es una mujer fuerte que quiere saber lo que está sucediendo en los salones. La decisión tomada por Stendhal de introducir la política en Armance, en cuyo prefacio aparece la famosa línea que afirma que hablar de política en una novela es como es como un disparo en mitad de un concierto, en realidad es una rechazo a dirigirse a su audiencia femenina. (62-63).
Algunas similitudes y diferencias entre las dos obras son obvias. Stendhal titula su novela con el nombre de su heroína y Duras con el de su héroe. El personaje de Armance está mucho mejor desarrollado y es más interesante que Olivier, la creación masculina de Duras, por la diferente extensión de las obras y por la rara habilidad de Stendhal en la composición de los personajes femeninos. Stendhal asegura en otro lugar que no quería ni rozar su mano con el nombre Olivier, ya que "el solo nombre hace exhibición y exhibición indecente" (Lebegue, xxxii). A causa de la notoriedad del personaje de Duras y Latouche opta por oscurecer el lazo y establecer la posibilidad de que el secreto de Octave no sea el de Olivier.6
El título completo de Stendhal, Armance ou quelques scenes d'un salon de Paris de 1827, y el de Olivier ou le secret, de Duras, reflejan el hecho de que, en palabras de Françoise Gaillard, la novela del secreto se ha convertido en una novela de costumbres, la enigmática obra ha devenido novela realista (119), un género literario que Naomi Schor identifica contundentemente con autores masculinos. Ciertamente, Duras se atiene sólo al drama emocional en su extremadamente parca novela, que no contiene nada extraño ni color local. La de Stendhal está notablemente ayuna de acción y, como la de Duras, llena sobre todo de conversación (Bellemin-Noel, 22). Sin embargo, Stendhal sitúa su novela en la Francia de la Restauración, en oposición a los dos Oliviers, ubicados en la Francia prerrevolucionaria, una posición más ideal para la aristocracia. La novela de Stendhal ha generado mucho interés con su sutil descripción del conflicto entre los valores aristocráticos y la codicia burguesa que los supera. Más próxima a la novela social que Olivier, Armance despliega referentes reales. Por ejemplo, Octave asiste a la Ecole Polytechnique mientras Olivier sólo ha hecho el servicio militar; por lo que está más anclado en la aristocracia, en tanto que Octave es parte de la nueva meritocracia. La adición de referentes reales en el texto permite una interpretación diferente del argumento, como una alegoría de una clase privada de sus medios de reproducción (Pierssens, 30), o un retrato de una clase social impotente, la aristocracia, abocada a la desaparición.
Un ejemplo perfecto de la táctica habitualmente divergente de los novelistas masculinos y femeninos es la elección de la forma literaria. Duras elige la forma epistolar, ya pasada de moda en 1821, donde el lector es superior a los personajes en virtud de su posición omnisciente. La novela epistolar permite mayor intimidad y conocimiento psicológico de los personajes. Las mujeres eran particularmente adeptas a la forma epistolar en las postrimerías del siglo XVIII, se sentían cómodas con sus limitaciones en la medida en que se correspondían con su limitado acceso a la esfera pública. En ésta se centraban en las relaciones sociales (aunque Stendhal también lo hace) y en la condición femenina (Stewart, 554). La forma epistolar funciona extraordinariamente con el tema del secreto, pues es plausible, aunque frustrante, que nunca sepamos el secreto, ya que sólo quien lo posee lo conoce y nunca lo revela. Además, el papel que en el texto juega el intercambio de cartas como fuente de conflicto es reforzado por la forma epistolar. Tal vez la elección por Stendhal de la narración en tercera persona, más popular y más típica de autores masculinos en el siglo XIX, fue lo que causó el disgusto de los lectores de su obra. Dicha forma literaria implica la existencia de un narrador omnisciente, pese a lo cual, en Armance, el lector es confrontado con un narrador que no conoce u opta por no revelar la información más vital.
(Continuará)
Imagen: Henri Beyle, Stendhal
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