Stendhal transforma a los enamorados de Duras en personajes similares a los de otras creaciones literarias suyas. La Louise de Olivier
se ofrece sexualmente a su enamorado en un equivocado esfuerzo para
salvarle. Mujer convencional de su tiempo en todo, lo califica como 'un sacrificio'.
También cuando su marido muere ella concluye que tal vez debería haber
cedido más a los gustos y necesidades de éste, como debería cualquier
mujer.. Al contrario que Armance, ella admite libremente su amor a
Olivier. Sin embargo Armance, extraña como heroína stendhaliana y más
similar a sus héroes, contrasta con Louise en su miedo al sexo y a la
desilusión si se casa con Octave: "Yo podría amarle en secreto, se
decía ella... sería tan feliz y quizás mucho más que si fuera su
compañera. ¿No se dice que el matrimonio es la tumba del amor, que
puede haber matrimonios agradables, pero no hay ninguno delicioso? Yo
temblaría si me casase con mi primo". Ella es una creación
literaria más orgullosa, más cauta. Inicialmente desdeña a Octave porque
se ha hecho rico y ella no quiere parecer una caza-fortunas, y continúa
evitando todo reconocimiento de su amor, creyendo que él no la ama.
Finge estar comprometida con otro. Como Mathilde de la Mole,
Armance es levemente masculina, luciendo pelo corto con grandes rizos,
lo cual era visto entonces como cosa de chicos (Renaudin, 57); además,
muchos críticos han destacado que, repetidamente, es aludida como "un amigo". Octave siente que Armance es "el dueño de [su] destino".
Se parece a los personajes masculinos de Stendhal más que a Louise en
su orgullo, esquivez, miedo al compromiso e inhabilidad para expresarse.
En el texto funciona como una imagen menor que Octave, lo que no sucede
con Louise y Olivier.
Comparado con otros héroes de Stendhal,
Octave es una figura elusiva, ampliamente porque nosotros nunca sabemos
la razón de su promesa de no amar jamás y no vemos la carta que
finalmente escribe a Armance revelando su secreto (Felman, 173). Del
mismo modo que Olivier forma parte de una trilogía de novelas acerca de
individuos "defectuosos" excluidos de la sociedad
(Bertrand-Jennings 40-41), Octave, en las manos de Stendhal, recuerda a
muchas de sus grandes creaciones novelísticas: autoconsciente,
orgulloso, incapaz de comunicar sus sentimientos, y siempre buscando una
sustituta de la madre. Shoshana Felman da un ejemplo perfecto de
la autoconsciencia del Octave stendhaliano: el momento en el que está a
punto de contar a Armance sus sentimientos y de pronto la ve "ya no
como un amante, sino de modo que vea lo que ella iba a pensar". "Mi orgullo eleva un muro de diamante entre yo y los otros hombres", explica. Emile Talbot enfatiza los lazos de Octave con el heroísmo Corneillano, arguyendo que en Stendhal es un heroísmo fallido (156-57). WaIler
hace un sagaz comentario acerca de la sumisión de Octave al hogar y a
la madre mientras el texto subraya su masculinidad y su poder sobre los
otros. Es una figura oscura, comparada con el mesías y Lucifer (A 8) y
caracterizado como sobrehumano e inspirador de terror (A 18). En el
curso de la novela sus fechorías incluyen provocar un duelo y arrojar a
un lacayo por la ventana. Pese al título Armance, Octave está más
desarrollado que la mujer que ama y es claramente el personaje
principal. Con él comienza y termina el libro, al contrario que Olivier,
que está tramado sobre el personaje de Louise.
Duras enfatiza
más que Stendhal sus personajes femeninos y sus relaciones, y ambos
autores representan a los hombres más negativamente, como ya se ha visto
en mi descripción del personaje de Octave. Las cartas de Louise son
considerablemente más largas y frecuentes que las de Olivier. Olivier
escribe unas pocas cartas breves en las que por lo común aburre al
lector con una ampulosa angustia mal du siecle. Subrayando así a
las mujeres en su novela a expensas del personaje de Olivier, Duras
sugiere que el hombre que una mujer ama no es en sí mismo tan importante
o interesante: lo es la propia obsesión. Adele, hermana de Louise,
también tiene un papel central como confidente de Louise y de Olivier.
De ese modo, las relaciones femeninas están acentuadas, así como la
naturaleza crítica de las mismas. Louise pide repetidamente a su hermana
que no la juzgue por sus acciones. Olivier, también, expresa temor a su
juicio y a perder su respeto. "¡Usted, Adele, no me juzgue!"; Louise
también teme la opinión de Adele: "¿Qué piensas tu de mi? ¡Qué desprecio
deben despertar en ti mis cartas! ¡Ay, Adele, es para el estado en que
me encuentro que está dicho: no juzguéis". Cuando decide entregarse a
Olivier ella le escribe "yo soy indigna de ti" (193). La figura maternal
de Adele es a la vez un confidente y una entrometida, como lo será la
madre de Octave, Mme de Malivert, pero en la novela de autoría femenina
también es un juez crítico para el comportamiento de sus 'niños'. En
ambas obras, sin embargo, la 'madre' intenta ayudar al personaje
femenino a conseguir el amor del hombre. El papel de los hombres
contrasta agudamente con el de las mujeres en ambas novelas. En
Stendhal, son los hombres quienes buscan frustrar el amor de Octave y
Armance, mientras en Olivier, los hombres ridiculizan públicamente al
protagonista, presumiblemente por su impotencia, y tal vez contribuyen a
su suicidio.
Ambas novelas tienen como tema central la ruptura
de la comunicación, en la cual, por supuesto, el secreto es una parte
principal. La comunicación es manejada de modo muy diferente en las dos
novelas, acorde con las diferentes formas literarias. En Olivier,
Adele, la hermana de la heroína, sirve como intermediaria entre los
amantes, que se escriben entre sí con menos frecuencia. Adele comunica
confidencias a cada parte, aunque ella, como su hermana, ignora el
secreto de Olivier, que no puede casarse con Louise, su amor de la
infancia, porque es impotente. Ella alienta o desalienta su amor de
acuerdo con el estatus marital de Louise, que se convierte en viuda en
un cierto momento de la novela. Al principio intenta prevenir a su
hermana de cometer adulterio, y más tarde le urge a perseguir a Olivier y
descubrir su secreto. También anima a Olivier a no tomar la reticencia
de Louise tras la muerte de su marido como una afrenta personal. Así, la
mayor parte de la comunicación entre los enamorados es indirecta,
filtrada a través de su confidente.
(Continuará)
Imagen: Retrato de Claire, duquesa de Duras.
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