5.8.18

Obstinación de la poesía (y II)

(Continuación)
De lo que precede parecería dimanar que los días de la poesía están contados. Sin embargo, en la masa de los que ya no son, o casi no son, lectores de poesía, y que son incluso cada vez menos lectores, sin más, el atractivo de la poesía no ha desaparecido. Se puede hablar, trasladando el título de un libro de Paul Fournel ('Besoin de vélo') de una « necesidad de poesía ». Los progresos técnicos, que permiten las publicaciones poco costosas, y sobre todo el desarrollo exponencial de la Red, con la multiplicación de las web y de los blogs, favorecen la expresión de ese deseo. La naturaleza misma de la poesía que se hace en los poemas, generalmente de dimensiones modestas, le permite ser mucho más accesible en pantalla que la novela, por ejemplo (¿quién ha leído ya En busca del tiempo perdido en su monitor?). Yo no prejuzgaría el porvenir del e-book, que se nos promete regularmente desde hace años, pero aún no tiene su existencia muy asegurada. El « mercado », ese personaje omnipotente que reina en el mundo, le prepara el terreno, por ejemplo, comenzando a vaciar las bibliotecas públicas de sus libros (cada día más numerosos en venta en la red) ; pero hay que constatar que se encuentran muchos poemas en la web, y que la poesía, de ese modo, llega a más lectores que el libro, que apenas se vende.

Simultáneamente, las lecturas de poesía, los encuentros especiales se han multiplicado, y los auditorios son frecuentemente de dimensiones respetables. La economía, sin embargo, de nuevo, juega un papel en este fenómeno : muchas municipalidades han descubierto que era mucho menos costoso invitar a uno o dos poetas que a un cantante, una orquesta o un ballet. Es en ese contexto donde la « necesidad de poesía » ha encontrado un modo de expresión original : el slam.

Slam

La « necesidad de bicicleta » se expresa mejor tripulando una que viendo el Tour de Francia en la televisión. El éxito de los ‘Vélib’, en París, lo prueba. Del mismo modo, la necesidad de música encuentra una salida en el karaoke y la asistencia a conciertos, pero sin duda es mejor satisfecha por la participación activa en un coro o en un grupo de rock. La invención del slam, al menos inicialmente, reposaba sobre un postulado explícito : todo el mundo es virtualmente poeta. Todo el mundo, pues, puede « hacer de poeta ». El slam, se dice, es un « arte de expresión popular oral, declamatorio, que se practica en lugares públicos como los bares o sedes asociativas, bajo la forma de encuentros y de ‘justas’ oratorias ».

Extraigo lo siguiente de una presentación del slam : « La palabra “slam” designa en argot americao “el golpe”, “el impacto”, prestado de la expresión ‘ to slam a door’, que significa literalmente “dar un portazo”. En el cuadro de la poesía oral y pública, se trata de de atrapar al auditorio por el cuello y de golpearle con las palabras, las imágenes, para sacudirlo, emocionarlo. Otra definición es dada por el iniciador del movimiento, Mark Smith, en su intervención en 2005 en el Grand Slam national de Nantes : él explica la elección de ese término por su sentido deportivo y lúdico de competición (tenis, basket, bridge, etc.). »

Cabe señalar varias características del slam, tal como se practica en Francia :

— Es oral.

— No tiene, a priori, intención artística – prueba, según sus iniciadores de su carácter « democrático » : Smith tenía como meta «socavar la noción de calidad en la poesía : algunas personas, miembros de un jurado arbitrario expresaban su gusto subjetivo ». Los abundantes ejemplos que se pueden consultar, leer y escuchar en las redes muestran que, en efecto, la producción slamista es de una indigencia espectacular. (Esto no quiere decir que no podría también producirse poesía en el sentido usual del término.)

— En principio, el slam es un arte de improvisación. Así pues se relacionaría con la poesía tradicional popular.

— Se pretende hacer renacer « un viejo género literario medieval : la tensón (la tençon occitana de los trovadores), durante la cual dos poetas se confrontan en una justa oratoria sobre un tema fijado de antemano ».

Esta genealogía prestigiosa reposa sobre un contrasentido : la tensón de los trovadores era infinitamente sabia y suponía un público capaz de apreciarla. Al igual que la poesía tradicional improvisada, se apoyaba sobre prácticas muy antiguas, utilizando formas complejas y limitadas. Es imposible aproximarse a tales modelos en la ignorancia general de la poesía que se ha hecho y se hace. Por eso, en la producción « slamista », no se encuentran más que residuos de poesía clásica privados de sus condiciones de existencia, métrica y ritmo. La rima ha salido de su largo sueño, pero caído en el estado minimal con el que reina en las composiciones de la escuela primaria. Se detectan unos recuerdos escolares delicuescentes, sobre todo, la expresión de los sentimientos más planos, emociones indistinguibles de las que ofrecen las series televisivas. Subrayemos que este aspecto « semántico » del slam le hace aparecer como desvío y degeneración, que no se reivindica como poesía. Del mismo modo, antaño, el rock nació de un desvío del blues.

El vrum-vrum

El slam, sin duda, no presenta un peligro muy grande para el ejercicio elemental de la poesía. Tampoco lo supone para el fenómeno que yo bautizo aquí « vrum-vrum ». Se trata de la invasión del campo de la poesía por lo que se ha denominado « poesía de performance » y que en estrecha colaboración con los « actores culturales » públicos o privados, presos de una pasión devoradora por el « espectáculo en vivo », tiende a convertirse en el modo privilegiado de existencia de la poesía, excluyendo lo escrito en beneficio de la oralidad. Así proliferan las manifestaciones que se declaran poéticas, por ejemplo festivales internacionales de poesía, « poetas » cuya actividad, presentada al público como poesía, consiste en rodar escalera abajo, desgarrar en escena una gruesa lista telefónica, producir con ayuda electrónica, secuencias sonoras increíbles y admirables, que no incluyen una sola palabra. Cuando la lengua es utilizada, en muy elevado número de casos, su puesta negro sobre blanco produce un texto mediocre, como sucede en tantas canciones, pop, rock o no, si se las priva de música.

Todas esas producciones son honorables, a veces impresionantes, a veces, raramente (lo que no tiene nada de sorprendente), de calidad artística muy grande, pero ¿por qué bautizarlas « poesía »? ¿Por qué no nombrarlas música, gimnasia, ópera, número de circo, sketch, canción, ballet, strip-tease? Una de las obras reivindicadas como emblemáticas por los adeptos del vrum-vrum, la ‘Ursonate’ de Kurt Schwitters, se anuncia precisamente como música y no como poema. Se puede formular la hipótesis siguiente : ciertamente lo que permite esta deriva irrisoria es la casi inexistencia de la poesía en lo real económico. Un « poeta » de este tipo, que no presenta otra cosa que sonidos, no tiene nada que temer de la competencia feroz que encontraría si quisiera imponerese en el campo musical.

Leer y decir

Yo no soy profeta y no sé si el vrum-vrum se convertirá o no en la única forma conocida de poesía. Sin llegar hasta ese estado extremo me parece que hay un riesgo (es un riesgo para mí) de ver establecerse una dominación aplastante de la dimension oral de la poesía, en detrimento del libro e incluso de la pantalla. Eso sería una amputación y una regresión. Sin embargo, hoy hay poesía en Francia, como siempre la ha habido, muy buena poesía. Difícil o no ; que habla de todo, de vosotros, de nada ; que inventa, que renueva, que sorprende, que encanta. Se la encuentra en libros, en revistas, en registros sonoros, en vídeos. Se la encuentra en las librerías (las hay) que no han renunciado a ofrecerla, apoyarla, venderla. Leedla, copiadla, aprendedla como se hacía antaño.

Lo que acabo de escribir es para defender el punto de vista siguiente : que la poesía tiene lugar en una lengua, se hace con palabras, nada de poesía sin palabras ; que un poema debe ser un objeto artístico de idioma en cuatro dimensiones, es decir estar compuesta a la vez por una página, por une voz, por un oído, y por una visión interior. La poesía debe leerse y decir.

Jacques Roubaud
(Poète, autor, entre otras obras, de "Churchill 40 y otros sonetos de viaje. Gallimard, Paris, 2004.

Texto publicado en Enero de 2010 en 'Le Monde Diplomatique'.

Traducción: J. R. San Juan

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