AMANECER
Detesto despertar.
No quisiera mirarnos.
Nos sé perdidos,
trémulamente huidos
de nosotros
hacia falsas sonrisas
de arena y mecanismos
terribles.
Todos los días son
el primer día
y el último
de la esperanza.
Eso aprendí mirándonos
tantas veces
de regreso del sueño
en este abismo.
Mas sigo despertando
cada día y, mirando,
voy dolorosamente
comprendiendo
que es preciso algo más
que estar y comprender.
Publicado en el número 7 de Peña Labra. Pliegos de
Poesía.
Primavera 1973
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