5.4.11

Ramón Qu, en 'El Mundo' Edición Cantabria

ramon mundo 3 04 2011


Ramón Qu -en este caso con su pseudónimo desvelado- fue objeto de atención el pasado domingo por parte de la edición de 'El Mundo' en Cantabria, que, en su sección de Cultura, dedicó un amplio espacio al autor del prólogo y presentador de 'Un fracaso ineludible y otros relatos'.

Salía así finalmente de las sombras una personalidad -casi secreta de tan discreta- que lleva dos decadas explorando y difundiendo la literatura española e internacional a través de una amplia tertulia, rigurosa, disciplinada y fiel, que semanalmente analiza y debate una obra elegida por un supuesto 'comité secreto', entelequia -supongo- y tercera identidad del propio Ramón Quintana. Más allá y más adentro de la literatura, su Taller de Escritura Creativa trata de que aquellos que pretenden escribir encuentren su propia voz narrativa y puedan proyectarla a través de planteamientos y técnicas que no siempre son evidentes para los lectores.

Conocí a Ramón hace casi treinta años, cuando, recién terminada la carrera de Periodismo, colaboró en la desaparecida 'Hoja del Lunes', publicación de la Asociación de la Prensa que yo dirigí entre 1981 y 1984. Intentó -me consta- tomarse en serio una profesión que, vista de cerca, defrauda las ilusiones y expectativas de muchos jóvenes que asistieron o asisten a los cursos de las facultades de Ciencias de la Información por motivaciones idealistas y/o ilusorias. Escribía bien y le gustaba sobre todo el artículo, género en el que su aguda visión  -irónica y sarcástica con frecuencia- podía explayarse a sus anchas. Sin embargo, la parte más codificada y convencional del trabajo periodístico le producía una alergia insuperable.

Desde entonces, ya lejos del periodismo, Ramón Qu ha leído y analizado centenares de obras cruciales de la literatura de todas las épocas y ha cimentado una vocación, actitud y aptitud infrecuentes ante el hecho literario, a cuyos frutos se acerca sin prejuicios ni reservas y con el saludable desenfado de quien sabe que, a fin de cuentas, todo es vanidad.
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